Y Bourne se fue a la guerra, así podríamos empezar a hablar del film que nos ocupa, una crítica post-Bush a lo que fue y es la guerra de Irak y la búsqueda de armas de destrucción masiva. Básicamente Paul Greengrass nos cuenta en clave de thriller político de entramado y tejemaneje gubernamental, la lucha de un soldado estadounidense, Roy Miller (un muy correcto Matt Damon, que parece haber nacido para interpretar papeles de héroe anónimo con cara de madelman), que es enviado a Irak a buscar las tan traídas y llevadas armas de destrucción masiva y que descubre como todo lo que hace con su escuadrón no sirve para nada y hay poderes e intereses creados mucho mayores de lo que él puede importar y comprender.
La película transcurre por los derroteros de la espectacularidad (la escena final de la persecución con helicóptero norteamericano no muy bien parado), la trepidancia (ese montaje y esa cámara al hombro, que tanto le gustan al señor Greengrass que a veces termina por levantar dolor de cabeza), la intensidad narrativa (ver los cara a cara entre Damon y el malo de la función Greg Kinnear, aquí en su primer papel de malo en el cine) y todo aderezado por una estética y fotografía que recuerda muy mucho al videojuego Call of Duty: Modern Warfare 1 y 2, cualquiera que lo haya jugado reconocerá las imágenes de guerra, persecuciones espectaculares, movimientos de cámara, inmersión en la acción y violencia de guerra tan de moda en estos días, tras la resaca de premios de En Tierra Hostil.
Finalmente destacar que todas las interpretaciones, tanto las protagonistas de Matt Damon como las secundarias del mandamás de
NOTA FINAL: 8/10
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